La lógica de las caricias

 (Fragmento)*

Autor: PHD. Oscar Rojas Morillo - The Learning Group

El roce hace el cariño

La ausencia de las caricias positivas más temprano que tarde terminaran siendo toxicidad pura para quien las inhale
— Oscar Rojas Morillo

Todos buscamos de alguna manera reconocimiento, Olvidemos las frases tipo: "yo no vine a hacer amigos a la oficina, Yo vengo, hago mi trabajo, que para eso me pagan y me voy a casa".¿Sabe lo que sucede? No le están dando cariño desde el punto de vista de la teoría del análisis transaccional.

Eric Berne propuso esta teoría en las relaciones humanas al darse cuenta que no podemos, desde que nacemos estar solos, o desarrollarnos siquiera, sin estímulos de los demás. Que es cierto que necesitamos agua, aire, alimentos y ropa para vivir, pero que no nos desarrollamos si no se nos estimula apropiadamente. Berne se refiere a estos estímulos como caricias (positivas y negativas) y dice que si no tenemos lo que necesitamos, lo buscamos inconscientemente, así sea de manera negativa para contar con la atención de la personas que adolecemos de su vista, palabras o atención.

Un ejemplo clásico: En la oficina es de la personas que de un día a otro pasa de ser estrella a uno más, o peor, a uno menos. Es lo que llamamos un “Working Dead” Llega tarde, no entrega sus responsabilidades a tiempo, se pelea o comienza a no socializar como antes.

El corazón del asunto

Si Bernes el padre de la teoría del análisis transaccional, un discípulo suyo Claude Steiner propuso en su libro The heart of the matter, lo que hoy se conoce como la economía de las caricias basado precisamente en la manera en que interactúan dichas caricias en nuestro desarrollo como personas en todo ámbito. Como todo sistema económico que se precie tiene leyes que con vuestro permiso se las cuento sucintamente con ánimo de autoevaluación y espíritu de geolocalización personal.

La ley de la escasez de caricias:

  • No des las caricias positivas que corresponden (Por qué le voy a felicitar, si para eso se le paga).
  • No aceptes las caricias positivas que merezcas (No me merezco lo que dicen de mi).
  • No pidas las caricias positivas que necesites (Soy una persona fuerte, puedo seguir adelante solo).
  • No te des las caricias positivas a ti mismo (Si no me animo yo, ¿quién?).
  • No rechaces las caricias negativas destructora (me regañan porque lo están haciendo por mi bien, o peor aún: el que te quiere te aporrea, que no es más que una variante del cada vez más extendido síndrome de Estocolmo laboral).

La ley de la abundancia de caricias:

  • Da abundantes caricias positivas cuando corresponda (Qué buen trabajo estás haciendo! Muchas gracias!).
  • Acepta las caricias positivas que mereces (Se nota el esfuerzo, sigue adelante).
  • Pide las caricias positivas que necesitas (¿Quién me ayuda con esto para sacarlo mejor?).
  • Date caricias positivas a ti mismo (Me merezco descansar sin culpa alguna).
  • No aceptes caricias negativas destructoras (si es una crítica destructiva ni caso).

Las caricias (y su impacto) en las organizaciones:

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La ausencia de las caricias positivas más temprano que tarde terminaran siendo toxicidad pura para quien las inhale (¿o no se han dado cuenta que hay salas de reunión u espacios de trabajo que es imposible respirar?). Un liderazgo que se base en caricias negativas o en escasez suele llegar a insultos, falta de seguridad, humillación… miedo. No confundamos coaching con Bullying, no pensemos que apretando hasta el límite y utilizando caricias negativas vamos a conseguir a largo tiempo todo lo que quizá en un momento un equipo de personas serán capaces de hacer. Eso sería meterle combustible de avión a un motor de cuatro cilindros. Correrá mucho pero ya para mañana no tendremos motor porque lo fundiremos. Las personas proclives a esto generan ante sus ojos y los de sus superiores el espejismo de la eficiencia a corto plazo, inclusive se hacen tiranos y déspotas ante sus equipos, y para sus jefes son lo máximo dando fuete, y eso a muchos les agrada, pero claro, esa no es la idea ni es bueno.

En contraposición, las personas si sienten que son oídas y atendidas y que cuando buscan caricias las consiguen en su justa medida comienzan a generar raíces profundas de sinergias y confianza, de la confianza en el otro viene el compromiso, el “yo hago mi trabajo con el mayor esfuerzo porque no puedo defraudar la confianza que tienen en mí”, y de allí ya podríamos ver de cerca la calidad y la excelencia en todo lo que hagamos. Comienza a crecer la creatividad y la innovación y como dice Peter Senge, generamos conocimiento y mecánicas internas fantásticas en forma de inercias positivas.

Entre la pena y la nada:

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Está claro que si no logramos las caricias o los estímulos que necesitamos para crecer los buscamos de la manera que sea. De nosotros queda o pedirlos a la buena o hacer exactamente lo contrario y hacer como el empleado estrella que es ahora un working dead y lo hace porque llama la atención de sus jefes desde su ausencia; o del muchacho que queriendo decirle a su papá que tenía mucho que hablar se hacía castigar por el colegio para que lo vieran en casa (cambio regaño por el que no me ignores).

El nobel William Faulkner en la novela Palmeras Salvajes deja una ilustración profunda e intelectual: “entre la pena y la nada, elijo la pena”. Necesitamos ser considerados aunque esto nos cause dolor.

(Ódiame por piedad yo te lo pido, Ódiame sin medida ni clemencia, Odio quiero más que indiferencia…) Un bolero peruano. En él se plantea el desamor de ser olvidado y con ello ignorado hasta los huesos. ¿Qué pide el poeta? Que lo odien con rabia porque prefiere una caricia negativa (o una pena) a la inmensa nada que sirve de poco.

Seamos humanos y cumplamos con el precepto bíblico más básico, profundo y simple de todos, y es ley de convivencia y ahora que lo sabemos, también de desarrollo de personas: trata a tus semejantes como quieren que te traten a ti, así creceremos.

*Texto completo publicado en: Revista Estrategia y Negocios - Fecha de publicación: 2017-01-3